Hay músicos, mimos, actores... incluso pintores callejeros. Todos ellos pueden mostrar su arte a quienes pasean a su lado.
Lo que, desde luego, no conozco son escritores callejeros. Aunque tal y como se está poniendo la cosa quizás no sea mala idea la de llevar los bártulos a cualquier esquina y escribir cartas, correos electrónicos o mensajes de móvil a cambio de unas monedas.
Lo que, desde luego, no conozco son escritores callejeros. Aunque tal y como se está poniendo la cosa quizás no sea mala idea la de llevar los bártulos a cualquier esquina y escribir cartas, correos electrónicos o mensajes de móvil a cambio de unas monedas.
3 comentarios:
Mi abuela materna, cuando era joven y aún vivía en su pueblo, escribía cartas a los mozos que estaban en la mili, cartas dictadas por sus novias o madres y arregladas por ella... para darle el arte. Tiempos en los que muchos eran analfabetos.
Es curiosa tu idea y me ha traído los recuerdos de sus versos, esos que escribía para ilustrar una añoranza.
Supongo que, de una forma u otra, ese oficio existe aún hoy día, escondido en oficinas y despachos, eso sí. Supongo que hoy día se puede encargar de todo.
Un saludo
El oficio existe, y no se practica en la calle a cambio de unas monedas; ni está escondido en oficinas y despachos. Se desempeña en las pulcras oficinas de los Departamentos de Comunicación, donde se redactan cartas, correos electrónicos, discursos, conferencias, respuestas a entrevistas periodísticas y (sí, incluso) mensajes de móvil, a cambio de un salario mensual.
Hace poco más de un año, sin embargo, una chica tirando para señora, con buena presencia pero cara de estar pasándolo muy mal, me abordó en la Plaza de Santa Catalina, me dijo que era escritora y me ofreció un relato escrito a mano a cambio de unas monedas. De unas monedas que no llevaba encima. Se me cayó el alma a los pies
Así que lo tuyo viene de herencia, Lola. ¡Ah! Y aunque hoy haya más gente que sepa leer, no estoy seguro de que haya menos analfabetos. Un afectuoso saludo.
Bienvenido, Leandro. Y me alegra que haya sido un amigo el que te haya dirigido hacia aquí. Estoy de acuerdo en que el oficio existe; pero yo me refiría a los callejeros como esa mujer que pretendía venderte su cuento. Un cordial saludo.
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