domingo, 18 de marzo de 2018

Libreros

Pasión y resistencia. Con estas dos palabras, mencionadas en el Congreso de CEGAL celebrado en Sevilla la semana pasada, resumiría el oficio de librero. No del librero que se limita a despachar libros -que también, porque no olvidemos que ellos también tienen que comer-, sino del librero de vocación, de esas mujeres y de esos hombres que aman los libros y que los ponen a nuestra disposición en sus queridas librerías. 
Fue delicioso presenciar el intercambio de esta pasión, la cordialidad existente en el gremio y las ansias que manifestaron de mejorar. La semana pasada, libreros de toda España, se abrazaron y tras llorar brevemente sus penas, contribuyeron a crear nuevas vías de ventas y se fueron de la capital hispalense con los ánimos renovados. Mucho tuvo que ver la charla con la que se clausuró el congreso entre dos viejos libreros, Paco Puche y Alfonso Guerra, magistralmente dirigida por Guillermo Busutil. Ellos fueron el mejor ejemplo de que los libros nos proporcionan una sabiduría imposible de alcanzar por ningún otro medio. La sabiduría lleva a la inteligencia, la inteligencia al sentido del humor y el sentido del humor a la mejor manera de afrontar la vida. Y, en definitiva, de sentirnos en paz con nosotros mismos.
Como escritor, quise estar presente en ese congreso para conocer de primera mano los problemas de aquellos que venden mis libros. Al margen de las conclusiones que sacaran ellos como profesionales, yo saqué las mías. Los libreros adoran los long-sellers, aquellos libros que el público sigue buscando con el paso de los años. También que están decididos a que sus librerías sean espacios más abiertos, lugares en los que niños y mayores disfruten con solo entrar. 
Me resulta interesante la búsqueda de nuevas fórmulas que potencien el ocio de los lectores. A mi juicio el modelo actual de presentaciones es obsoleto y aburrido. Acudir a la presentación de un libro acarrea una especie de obligación similar a la de asistir a la de un funeral. 
Me atrajo especialmente el compromiso que nació entre libreros, editores y medios de comunicación de ponerse de acuerdo en prescribir libros; en que los editores no traten de colocar el thriller del año cada semana y en que la prensa acerque a sus lectores los títulos más atractivos. 
Y todo ello de la mano de los libreros, que ahí están, muy cerca de nosotros, gracias a su pasión y a su resistencia.

domingo, 4 de marzo de 2018

¿Es postureo?


Hay muchas maneras de usar las redes sociales, y todas me parecen respetables. La que más me llama la atención es Facebook, quizás porque a la gente joven le parece viejuna y se inclina mucho más por Instagram.
En Facebook te puedes encontrar a quienes lo usan como un diario para contarle al mundo lo triste de su vida, mostrando sus miserias sin pudor. También hay quienes ven, quizás erróneamente, en esta red un modo de promocionar su trabajo o de exhibir sus logros. Los hay que escriben para hacer reivindicaciones o manifestarse política o socialmente. Y nos podemos topar incluso con personas que se comunican con sus amigos. 
Después de pasearme durante el tiempo suficiente por esta red, he llegado a la conclusión personal de que la mayoría lo usa como mero entretenimiento a modo de un Hola en una peluquería. Por eso no quiere leer desgracias ni textos que le hagan torcer el gesto.
Es indudable que todos estamos rodeados de sombras; de problemas económicos, sentimentales o de salud, que nos parecen importantes por ser nuestros. Pero a la mayoría de los "amigos" que nos leen no les interesan porque tienen los suyos propios, posiblemente a veces hasta más graves.
Por eso, yo procuro apartar mis muchas sombras cuando asomo por Facebook. No es postureo. Es ponerle al tiempo -aunque sea malo- buena cara, porque quienes me quieren, prefieren verme con una sonrisa. Brindo por vosotras... y por vosotros.