No descubro nada al afirmar que las mujeres leen más. En realidad, no hago sino constatar un hecho que todos sabemos. Obviamente, no me refiero a los periódicos deportivos, sino a las obras de ficción.
Es más, en mi humilde opinión, creo que el porcentaje es sensiblemente superior al que reflejan las estadísticas.
Uno, que este año ha estado en tres ferias (Sevilla, Madrid y Bilbao), solo ha tenido que comprobar quiénes compraban los libros. Y créanme: la diferencia entre unas y otros ha sido abismal.
Por eso, no resulta extraño que cada vez haya más novelas protagonizadas por mujeres (en la mayoría de los casos, también escritas por ellas). Sin ir más lejos, entre las más vendidas de esta semana se encuentran Cincuenta sombras de Grey de E.L. James, Las horas distantes de Kate Morton, La tabla esmeralda de Carla Montero y Palmeras en la nieve de Luz Gabás. Como curiosidad, comentaré que las dos últimas llevan un fajín publicitario firmado por Julia Navarro y María Dueñas, autoras de las respectivas editoriales que han publicado estas obras -lo cual me parece muy lícito como técnica de marketing-.
Y me da que los títulos que se avecinan van por esta línea. En los próximos meses verá la luz de las librerías Misión: olvido de María Dueñas y, supongo que para la primavera, el mismísimo Pérez-Reverte se deja de alatristes y motines madrileños o gaditanos para firmar un triángulo amoroso que se desarrolla a lo largo del siglo XX en glamourosos escenarios de Buenos Aires, Capri, Venecia o Montecarlo.
Reflexionando sobre el asunto, me da que este fenómeno es más una tendencia que una moda. Teniendo en cuenta las reglas del juego editorial, hay escritores que piensan cada vez más en sus lectores. O dicho de otro modo: dentro de las historias que les apetece escribir, buscan narrar aquellas que consideran susceptibles de ser más leídas. Lo que también considero lícito.
Ya ven, en estas cavilaciones ando un domingo por la noche antes de enfrentarme a una nueva novela.
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