Tal día como hoy, hace 64 años, un vendaval derribó un árbol centenario muy querido por los bilbaínos: el tilo del Arenal.
Según dicen, el tilo ejercía una fuerza telúrica entre los habitantes de la ciudad. Antonio Trueba, Zuloaga, Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu recibieron su influencia.
Quizás este árbol desprendiera un halo poético que contagiaba a quienes se sentaban bajo su ramaje. Cuentan que el tilo hablaba directamente al corazón de sus visitantes. No es de extrañar, por tanto, que fuera el mismo tilo el que le dictara a Unamuno los versos que le escribió a su esposa Concha Lizárraga, allá por 1910:
¿Te acuerdas? Fue en mañana del otoño
dulce de nuestra tierra, tan tranquilo,
en que esparce sus hojas aquel tilo
que sabes; eras tú verde retoño
con las trenzas no presas aun en moño
cuando pasando junto a mí yo el filo
no resistí de tu mirar y asilo
corrí á buscar al corazón bisoño
en el cercano templo. De tus labios
fluía gota a gota una sonrisa
muda y clara, cual de alma sin resabios
de amor pero que está al amor sumisa;
desde entonces tus ojos astrolabios
son de mi viaje que en cielo frisa
dulce de nuestra tierra, tan tranquilo,
en que esparce sus hojas aquel tilo
que sabes; eras tú verde retoño
con las trenzas no presas aun en moño
cuando pasando junto a mí yo el filo
no resistí de tu mirar y asilo
corrí á buscar al corazón bisoño
en el cercano templo. De tus labios
fluía gota a gota una sonrisa
muda y clara, cual de alma sin resabios
de amor pero que está al amor sumisa;
desde entonces tus ojos astrolabios
son de mi viaje que en cielo frisa
Ahora ya conocen a otro de los personajes de La ciudad de los ojos grises.
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