Tendremos que esperar a octubre para saber si hay un violinista entre los prisioneros con “pijama de rayas” liberados por las fuerzas aliadas en el campo de concentración de Mauthausen. Incluso si indujo a pintar la pancarta escrita en español con la que se recibió a la 11ª División Acorazada de los Estados Unidos. Aunque mi intuición de novelista me dicta que el músico ya no andaba por allí. Ojalá me equivoque.
Y es que El violinista de Mauthausen ha ganado el XLI Premio Ateneo de Sevilla de Novela. Lo mejor de todo es que su autor es Andrés Pérez Domínguez. Quizás alguno de ustedes lo conozcan por sus magníficas novelas de espías La clave Pinner o El factor Einstein o por El síndrome de Mowgli o tal vez porque es el autor de una de las bitácoras a las que se accede desde esta página.
A raíz de mi intrusión en el mundillo literario, he tenido la ocasión de conocer a numerosos escritores y hasta hacerme amigo de alguno de ellos. Por eso, cuando en la cena de los Reales Alcázares del pasado jueves se abrió la plica que llevaba el nombre de Andrés me alegré sinceramente, y mi abrazo de felicitación fue sentido.
Dicen que entre los escritores hay envidias y malos rollos. No lo creo. Lo que sí ocurre es que, de vez en cuando, como en todos los ambientes artísticos, nos topamos con algún que otro divo o diva. Escritores a los que les ha sobrepasado el éxito y se han convertido en víctimas de sí mismos para transformarse en personajes de su propia novela. Luego está la categoría de tipos normales (dentro de lo normal que puede ser un escritor) que ejercen el noble arte de contar historias con toda la naturalidad del mundo. Andrés es uno de ellos.
El otro día disfruté de la velada. Tuve la oportunidad de ocupar la misma mesa que mi amigo Paco Gallardo y que mi admirado Fernando Marías, así como comprobar que David Torres no es tan fiero como parece y de que Javier Puebla tiene algunos pensamientos análogos a los míos. Y de escuchar las palabras, parcas y sabias, de Félix J. Palma sobre los sentimientos de los escritores.
Buenos tipos.
Y me pude dar cuenta de que la buena gente se alegró por el merecido triunfo de Andrés. Por algo será.
Y es que El violinista de Mauthausen ha ganado el XLI Premio Ateneo de Sevilla de Novela. Lo mejor de todo es que su autor es Andrés Pérez Domínguez. Quizás alguno de ustedes lo conozcan por sus magníficas novelas de espías La clave Pinner o El factor Einstein o por El síndrome de Mowgli o tal vez porque es el autor de una de las bitácoras a las que se accede desde esta página.
A raíz de mi intrusión en el mundillo literario, he tenido la ocasión de conocer a numerosos escritores y hasta hacerme amigo de alguno de ellos. Por eso, cuando en la cena de los Reales Alcázares del pasado jueves se abrió la plica que llevaba el nombre de Andrés me alegré sinceramente, y mi abrazo de felicitación fue sentido.
Dicen que entre los escritores hay envidias y malos rollos. No lo creo. Lo que sí ocurre es que, de vez en cuando, como en todos los ambientes artísticos, nos topamos con algún que otro divo o diva. Escritores a los que les ha sobrepasado el éxito y se han convertido en víctimas de sí mismos para transformarse en personajes de su propia novela. Luego está la categoría de tipos normales (dentro de lo normal que puede ser un escritor) que ejercen el noble arte de contar historias con toda la naturalidad del mundo. Andrés es uno de ellos.
El otro día disfruté de la velada. Tuve la oportunidad de ocupar la misma mesa que mi amigo Paco Gallardo y que mi admirado Fernando Marías, así como comprobar que David Torres no es tan fiero como parece y de que Javier Puebla tiene algunos pensamientos análogos a los míos. Y de escuchar las palabras, parcas y sabias, de Félix J. Palma sobre los sentimientos de los escritores.
Buenos tipos.
Y me pude dar cuenta de que la buena gente se alegró por el merecido triunfo de Andrés. Por algo será.
P.D. Este sábado, sobre la una del mediodía, estaré en la Librería Negra y Criminal de Barcelona.
1 comentario:
Querido amigo: muchas gracias por tus palabras. Tu abrazo cuando bajé del estrado me emocionó. Lo he colgado en mi blog hoy. También hablo de ti.
Gracias, de nuevo, por todo.
Un abrazo,
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