martes, 15 de septiembre de 2009

Mi primer recuerdo

Aquel día había más gente de lo habitual en casa de mis abuelos. Yo apenas tenía tres años y medio. Ignoro cuál es el primer momento de su infancia que un adulto es capaz de recordar. El mío fue ese día. Tengo otros anteriores, de nuestro piso en Barakaldo, pero no estoy seguro si se han mantenido indelebles en mi memoria o han sido reconstruidos merced a las pistas que nos va dejando el tiempo como algunas viejas fotos o un arañazo que me infligió una niña en mi mejilla y que aún se puede distinguir.
Pero desde luego, recuerdo aquella estancia: la mesa camilla, la vieja radio de madera, la ventana a la carretera… Y recuerdo la entrada de un bebé en brazos de mi madre. No lloraba. Creo que alguien me hizo fiestas. Cuando nace el segundo hijo, el hecho de presentárselo al primogénito, sobre todo si este es aún pequeño, es todo un ritual. Y, por un momento, el primogénito se convierte en una especie de sumo sacerdote de la ceremonia familiar. “Es tu hermanito. Se llama Fernando”.
Han pasado cuarenta y un años. Cua-ren-ta-y-uno. Manda narices. Fernando nació en Zamora un quince de septiembre a las nueve de la mañana. Por poco llega al colegio.
Tengo otros recuerdos posteriores antes de cumplir los cuatro años como una copiosa nevada que contemplé perplejo desde nuestro piso de Tafalla o la primera vez que fui al cine. Vimos Bambi en el cine Rekalde. Tuve que refugiarme en las gracias de Tambor para tratar de no acordarme de la muerte de la madre de Bambi a manos de los cazadores. Suprimirían esa escena en versiones posteriores y, por una vez, estoy de acuerdo con la censura porque creo que sigo conviviendo con aquel trauma.
Fernando y yo dicen que nos parecemos. De hecho en Villalpando nos suelen confundir (aún no nos lo explicamos porque nos damos un aire pero, desde luego, somos distintos). A él le preguntan por Sevilla y las novelas, y a mí por Málaga y por los niños. Al principio tratábamos de aclarar el equívoco, pero estamos tan aburridos que ya contestamos como si fuéramos el otro. Lo que imagino que conlleva a mantener la confusión.
Desde aquel día en casa de mis abuelos, Fernando ha estado ahí. Y hoy es justo reconocer que hay caminos que uno no puede recorrer solo. A estas alturas ya sabrán por qué don Fernando de Zúñiga se llama así.
Querido hermanito, que tengas un buen día y que cumplas muchos más. No sé si recordarás esta foto en la que apareces con tu trajecito azul cobijado en las faldas de la abuela Chon.

3 comentarios:

MADOLOK dijo...

Felix,¿Donde está hecha la foto? ¿Es de los San Roques de Villalpando? ¿Quién la hizo?
Un saludo.

Anónimo dijo...

Acabas de hacerme recordar mi primer recuerdo de la infancia. También tiene que ver con el nacimiento de un hermano. En este caso de mi hermana. Tendría 5 años y recuerdo que estaba en casa con mi abuela esperándo no sabía bien qué y saltaba y saltaba sin parar (de ahí que mi madre me llamara "rabo de lagartija"). Se abrió la puerta de la casa y apareció mi madre con aquellas gafas redondas y enormes a lo "Un, dos, tres" con mi hermana pequeña en los brazos. Venía triste y cabizbaja y no entendí por qué. Jamás olvidaré aquella escena. Me dejó marcada para siempre.

No sé en que momento de mis 5 o 6 años comprendí lo que ocurría sin que nadie me diera una sola explicación. Mi hermana pequeña no era como yo, ni como mis hermanos, ni como otros niños que yo conocía. Ella era mucho mejor que todos nosotros juntos y yo he tenido el privilegio y la gran fortuna de ser su hermana mayor. Sin lugar a dudas, sin ella yo hubiera sido más pobre de espíritu y menos sensible y menos humana. Hoy soy muchas cosas gracias a mi hermana Isabel. En fin...

Félix hace una semana terminé tu segundo libro. Chapó!

:-]

PD Ah! y perdona si de vez en cuando invado tu terreno.

Félix G. Modroño dijo...

Hola, Madolok. Pues sí, es del San Roque del 70 ó 71. Y supongo que la haría mi padre con su vieja Werlisa (claro, que entonces era nueva).

Encantado de saludarte, "rabo de lagartija". Es muy bonito lo que has contado. Y, por supuesto, puedes invadir este espacio literario siempre que quieras.

Un afectuoso saludo para ambas.