Documentándome para una novela, me topo con la figura de Nemesio Mogrobejo, un escultor bilbaíno que falleció tal día como hoy hace un siglo cuando acababa de cumplir 35 años tras una vida coqueteando con la muerte.
Nemesio convivió con su guadaña desde antes de su nacimiento. Fue concebido en plena guerra carlista, su padre murió antes de que viera la primera luz tras haber enterrado a cuatro hijos, y aún no había cumplido los doce años cuando perdió a su madre. Por no hablar de los amigos que adelantaron su cita con la parca… ni del fruto de su amor con Paula, su pequeño Nemesio, su único vástago, que no pudo soportar la ausencia de su madre y marchó en su busca a los pocos meses de nacer. Todo ello provocó que una Nochevieja se pusiera una pistola en la sien junto a la tumba nevada de su amada pero no consiguió apretar el gatillo.
Quizás estuviera escrito su destino en las estrellas. Vino al mundo en el número 1 de las Calzadas de Mallona, las mismas que conducían al antiguo cementerio de Bilbao. En su niñez vio pasar decenas… cientos de cortejos fúnebres desde la ventana de su casa. Y es que, aunque todo el mundo emprende el camino del camposanto desde el preciso día que nace, en su caso la metáfora cobró un realismo malévolo y sardónico.
Su obra está marcada por el sufrimiento provocado por la muerte prematura de su amada, Paula Scheneck, una austríaca de Graz, ciudad a la que regresa Nemesio para morir, víctima de la tuberculosis.
Mogrobejo se inmortalizó a través de sus obras: Risveglio, La muerte de Orfeo, Hero y Leandro, Eva... Aunque, en mi opinión, fue su Pierrot, una figura de bronce tocando con rabia su mandolina, atrapada en sus propias curvas, la que se convirtió en la perpetuidad de su espíritu… Alma y cuerpo doloridos en una obra marcada por la muerte.
Nemesio convivió con su guadaña desde antes de su nacimiento. Fue concebido en plena guerra carlista, su padre murió antes de que viera la primera luz tras haber enterrado a cuatro hijos, y aún no había cumplido los doce años cuando perdió a su madre. Por no hablar de los amigos que adelantaron su cita con la parca… ni del fruto de su amor con Paula, su pequeño Nemesio, su único vástago, que no pudo soportar la ausencia de su madre y marchó en su busca a los pocos meses de nacer. Todo ello provocó que una Nochevieja se pusiera una pistola en la sien junto a la tumba nevada de su amada pero no consiguió apretar el gatillo.
Quizás estuviera escrito su destino en las estrellas. Vino al mundo en el número 1 de las Calzadas de Mallona, las mismas que conducían al antiguo cementerio de Bilbao. En su niñez vio pasar decenas… cientos de cortejos fúnebres desde la ventana de su casa. Y es que, aunque todo el mundo emprende el camino del camposanto desde el preciso día que nace, en su caso la metáfora cobró un realismo malévolo y sardónico.
Su obra está marcada por el sufrimiento provocado por la muerte prematura de su amada, Paula Scheneck, una austríaca de Graz, ciudad a la que regresa Nemesio para morir, víctima de la tuberculosis.
Mogrobejo se inmortalizó a través de sus obras: Risveglio, La muerte de Orfeo, Hero y Leandro, Eva... Aunque, en mi opinión, fue su Pierrot, una figura de bronce tocando con rabia su mandolina, atrapada en sus propias curvas, la que se convirtió en la perpetuidad de su espíritu… Alma y cuerpo doloridos en una obra marcada por la muerte.
4 comentarios:
Una vida y una muerte propias de un Romanticismo que Nemesio encarnó fuera de tiempo... intento de suicidio incluído. Creo que es un artista interesante con una obra que, por la escultura cuya fotografía muestras, es una pena que no tuviera continuación porque la parca se lo llevó demasiado pronto. Gracias por acercarnos a su vida y a su obra. Besos miles
Felix:
Por pura casualidad he "descubierto" esta tarde tu blog y, naturalmente, me he "empapado" de todos tus temas sobre nuestro querido pueblo.
Con más calma iré leyendo el resto porque, a simple vista, me parece interesantísimo.
Un abrazo. Pablo Román.
Efectivamente, Lola:
Nemesio fue sin duda uno de los últimos románticos. Yo le he bautizado como el romántico errante.
Saludos.
¡Qué grata sorpresa, Pablo!
Un fuerte abrazo.
Simplemente necesitaba decir algo de esta figura.
Una de las poquísimas obras sin letras que me dejan sin palabras.
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