Diosa luna, desde el principio de los tiempos has ejercido un hechizo ante el que ninguno hemos podido escapar. Si miramos al cielo y estás menguando o creciendo, apenas te prestamos atención. Pero si estás llena, nuestros ojos se detienen unos segundos. Da igual que ya te conozcamos: provocas en nosotros la misma admiración.
Las civilizaciones antiguas te idolatraron y, aún hoy, de algún modo, te seguimos adorando. Fuente inagotable de leyendas, celestina silenciosa de millones de parejas, hacedora de las sombras de la noche, receptora de suspiros y confidente de amantes alejados.
Diosa luna, hacía tiempo que perseguía fotografiarte en tu plenitud y este mes, por fin, te has dejado. ¿Es que sabías que estabas más bonita que nunca?
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