Ignoro si a todo el mundo le pasará lo mismo, pero cada vez que conozco en profundidad una ciudad tiendo a buscar un lugar favorito que no sea el más popular. En París es la fuente Medicis en los Jardines de Luxemburgo, en Sevilla es el Hospital de la Caridad, en Madrid es el café Gijón o en Bilbao son los Jardines de Albia.
Algunos de estos lugares los visitarán a través de las páginas de mi próxima novela quienes se dignen a leerla. Aunque imagino que aún tendrán que esperar a la próxima primavera para encontrarla en su librería.
El caso es que este sábado en Salamanca, terminé mi recorrido fotográfico bajando por la calle Prior hasta el palacio de Monterrey para torcer a la derecha por la calle Bordadores. Me decepcioné un poco al comprobar que el bar donde terminábamos de madrugada, el Bogart, había cambiado de nombre. Sin embargo, rápidamente me recompuse: el Gatsby, el Niebla, la Hacienda y el Camelot estaban en su sitio después de más de veinte años. Todos estos garitos se encuentran en mi rincón favorito de Salamanca: el que se encuentra en torno al convento de las Úrsulas. Ni más ni menos, el que veía don Miguel de Unamuno cuando se asomaba por la ventana de su casa, la misma en la que vivió y murió, renegando de los hunos y de los hotros.
2 comentarios:
Eres "casi" salmantino y, como tal, eliges un rincón apreciado por todos los que vivimos esta ciudad. Un lugar en el que hasta el olor amoniacado de los orines nos transporta hasta el XVII para vivir alguna que otra aventura.
Cordialmente,
Félix
Es que yo mismo me creo que, en cualquier momento, puede aparecer el vizconde del Castañar detrás de alguna de estas esquinas.
Un abrazo.
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