domingo, 19 de febrero de 2012

Salobreña

Creo haber comentado que Eduardo Mendoza, al enterarse de la trama de la novela en la que yo estaba trabajando, me dijo que la mejor manera de escribir sobre tu tierra era desde la distancia.
Para mí, que acababa de leer su magistral La ciudad de los prodigios fue un acicate para seguir adelante con mi propia ciudad... la de los ojos grises.
Y sí, la he escrito desde la distancia. Por un lado, durante un sinfín de noches sevillanas después de llegar a casa tras jornadas de doce horas de trabajo. Y por otro, en los fines de semana, muchos de los cuáles los he disfrutado en Salobreña.
No pueden imaginarse la satisfacción que me produce sentarme al aire libre, con vistas al viejo pueblo, a su cielo azulado, al mar Meditárreneo y a las cumbres nevadas de Sierra Nevada, con la única preocupación de elegir las palabras precisas y las frases adecuadas para una historia. Y además sabiendo que incluso puede haber pulpo para comer. 
En Salobreña brotaba la inspiración de manera natural. Por eso, de allí han salido muchas páginas de esta novela y se han pulido el resto. A casi mil kilómetros de Bilbao. Al menos, he seguido el consejo de Mendoza y puedo decir que La ciudad de los ojos grises está escrita desde la distancia.... y también desde el corazón.

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