Hay tipos que aunque se les tiene por grandes artistas, creo que no son suficientemente reconocidos como escritores. En concreto me refiero a una generación de cantautores en español como Luis Eduardo Aute, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina... Todos ellos han constituido una parte fundamental de mi vida, desde mi adolescencia. Les sigo desde hace treinta años. Sus discos de vinilo o casetes fueron los primeros que compré y me sé muchas... muchísimas de sus canciones de memoria.
Sus letras están plagadas de sentimientos y de bellísimas metáforas. Por eso creo que, de alguna manera, ellos han influido decisivamente en mi forma de escribir.
Hace unos días Serrat y Sabina dieron un mágico concierto en Sevilla con tan buena fortuna que pude presenciarlo desde la primera fila. Siempre fui un fan de primera fila en sentido figurado y la otra noche pude serlo, no solo en alma, sino también en cuerpo. Fue una delicia comprobar cómo se intercambiaban sus canciones, escuchar sus voces cansadas pero con la misma emotividad de la primera vez.
Por eso, aunque quizás sea una tontería, he querido escribir el pequeño texto que les acompaño, con retazos de sus letras, como homenaje a quienes considero mis maestros.
Algunas madrugadas me desvelo con la sensación de que las musas han pasao de mí. Tenía una habitación con vistas a tu piel y
ahora sin ti, mi cama es ancha. No puedo
cantar ni quiero y me enfado con las
sombras que pueblan los pasillos mientras detrás de los cristales llueve.
No hay extensión más grande que mi herida, no
abro los cajones por no encontrar recuerdos porque los
recuerdos suelen contarte mentiras. Así estoy yo sin ti, evocando noches de rabia y juventud, empapadas en un
blues. Cuando nos decíamos palabras
de amor, sencillas y tiernas, cuando aprendimos el rito de acariciar prendiendo el fuego, cuando preferíamos besar a
reñir y un buen polvo a un rapapolvo, cuando hacíamos juegos de manos a la
sombra de un cine de verano, cuando mañana era nunca y nunca llegaba pasado
mañana, cuando tenías aún esa forma de hacerme daño. Me duelen tres heridas: la
del amor, la de la muerte, la de la vida… porque la quería.
Me
digo: deja ya de tejer sueños en tu
mente. Pero por las arrugas de mi voz
siento la necesidad de escribirte una
balada de otoño. Y es que tu nombre
me lleva atado como llevo tu luz y tu
olor por donde quiera que vaya. Mientras
tus pies bailan un tango con mi pasado te
susurro: el viento y los robles se saben
tu nombre, quédate a dormir, eres la
mujer que yo quiero.
Pero una noche su dedo en mi espalda dibujó un
corazón. Estaba solo cuando al día siguiente el sol me desveló. Y ahora quién sabe por dónde andará, me dejó el
corazón en los huesos, la miel en los labios y escarcha en el pelo.
¿Quién hará mi trabajo debajo de tu falda?
Me
digo: hoy puede ser un gran día, que hay mujeres consuelo, mujeres fatal, que
de vez en cuando la vida nos besa en la
boca y siento más corazones que
arenas en mi pecho.
Pero cuando los piratas son hombres enamorados
intentan tutearse con las nubes,
especialmente en abril y anhelan un
beso, al fin, allá donde se cruzan los caminos. Uno sueña que el destino
guarda los besos del ayer y los vuelve a
poner en tu boca… Desconsolados van los devotos de San Antonio pidiendo besos.
-Y sin embargo, un rato al día, ya ves, te
engañaría con cualquiera –te confesé.
-¿Lo has hecho ya? –quisiste saber.
-Con la
Magdalena. Pero es que hasta el hijo de un Dios, una vez que la vio, se fue con ella.
-Eso sí que no, me iré despacio un amanecer.
-Cómo explicar, que me vuelvo vulgar, al
bajarme de cada escenario.
Y te
fuiste para siempre.
Tus recuerdos son cada día más dulces. Los guardo en un cajón donde guardo el corazón. Y aunque a las misas de réquiem nunca fui aficionado, sé que se me acaba el
tiempo de pasar haciendo caminos, caminos
sobre la mar.
En mi
viejo tocadiscos, Sabina y Serrat cantan: amores
que matan nunca mueren y hacen que
lloremos cuando nadie nos ve.
2 comentarios:
Como escarpias...
Con citas de canciones del más grande, acompañado de otro que casi está a su altura.
Tienes razón: sí se tiene sensibilidad, hay que ser sabinero.
Un beso, enorme.
Es mi humilde homenaje a quienes hacen de las canciones literatura de la buena.
Un fuerte abrazo.
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