viernes, 12 de julio de 2013

Carras

A ver cómo lo cuento.
Hoy quiero hablar de Carras, de mi amigo Jose (sin tilde) Carrascal. Solo unas pocas líneas. Supongo que serán suficientes.
A Carras le hice un pequeño homenaje incluyéndole en Muerte dulce como tabernero. Al fin y al cabo, tiene una cafetería en Valladolid, que les recomiendo visiten. Tiene el nombre de su dirección: Paraíso Trece.
Le conozco desde siempre, pero los primeros recuerdos se remontan a esas tardes eternas en el polideportivo de Villalpando donde nos pasábamos horas jugando al baloncesto. Él tendría 12 o 13 años y yo cinco más. Posiblemente, comenzáramos a jugar juntos en el 82. Desde entonces, han sido muchos los años en los que hemos compartido cancha, cervezas y confidencias.
Legendarios eran aquellos partidos a cien canastas que echábamos todos los años en San Roque. Puedo decir que, al principio, ganaba yo, aprovechando la diferencia de edad. Pero tras unos años de igualdad, Carras se convirtió en un armario empotrado y en un pedazo de jugador; así que aquellos partidos, de no ser por que disfrutaba de su compañía, aunque fuese a golpes, pasaron a ser casi una humillación, hasta que me aburrí de perder.
Pero de lo que nunca me he aburrido es de su amistad. Carras es el tipo más noble que conozco, una especie de niño grande, amigos de sus amigos y alguien en quien se puede confiar. Posiblemente sea la única persona, fuera de mi familia más próxima, a quien le confiaría un secreto y por quien pondría la mano en el fuego.
Hemos vivido momentos que no se borrarán nunca de mi retina. A él me he abrazado de pena y de alegría. Hemos reído y hemos llorado juntos. Hemos hablado de lo divino y de lo humano bajo las estrellas del cielo de Villalpando en esas noches en que él me acompañaba a mi casa,  luego yo a la suya y así hasta que se hacía de día. Hemos compartido ilusiones y proyectos. Nos hemos emborrachado y hemos cantado canciones tristes porque no hay mejores canciones de amor que las de desamor.
Pronto llegarán las vacaciones y volveremos a encontrarnos. Es uno de los alicientes de regresar a Villalpando, un lugar que para nosotros es la vuelta a la adolescencia que, de algún modo, revivimos año tras año durante los cuatro días de sus fiestas mayores en honor a san Roque, aunque ya seamos cuarentones.
Hoy es un día especial para Carras. Y, aunque él ya lo sabe, simplemente quería decirle que le quiero.

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