A ver
cómo lo cuento.
Hoy
quiero hablar de Carras, de mi amigo Jose (sin tilde) Carrascal. Solo unas
pocas líneas. Supongo que serán suficientes.
A
Carras le hice un pequeño homenaje incluyéndole en Muerte dulce como tabernero.
Al fin y al cabo, tiene una cafetería en Valladolid, que les recomiendo visiten.
Tiene el nombre de su dirección: Paraíso Trece.
Le
conozco desde siempre, pero los primeros recuerdos se remontan a esas tardes eternas
en el polideportivo de Villalpando donde nos pasábamos horas jugando al
baloncesto. Él tendría 12 o 13 años y yo cinco más. Posiblemente, comenzáramos
a jugar juntos en el 82. Desde entonces, han sido muchos los años en los que
hemos compartido cancha, cervezas y confidencias.
Legendarios
eran aquellos partidos a cien canastas que echábamos todos los años en San
Roque. Puedo decir que, al principio, ganaba yo, aprovechando la diferencia de
edad. Pero tras unos años de igualdad, Carras se convirtió en un armario empotrado
y en un pedazo de jugador; así que aquellos partidos, de no ser por que
disfrutaba de su compañía, aunque fuese a golpes, pasaron a ser casi una
humillación, hasta que me aburrí de perder.
Pero de
lo que nunca me he aburrido es de su amistad. Carras es el tipo más noble que
conozco, una especie de niño grande, amigos de sus amigos y alguien en quien se
puede confiar. Posiblemente sea la única persona, fuera de mi familia más próxima,
a quien le confiaría un secreto y por quien pondría la mano en el fuego.
Hemos
vivido momentos que no se borrarán nunca de mi retina. A él me he abrazado de
pena y de alegría. Hemos reído y hemos llorado juntos. Hemos hablado de lo
divino y de lo humano bajo las estrellas del cielo de Villalpando en esas
noches en que él me acompañaba a mi casa, luego yo a la suya y así hasta que se hacía de
día. Hemos compartido ilusiones y proyectos. Nos hemos emborrachado y hemos
cantado canciones tristes porque no hay mejores canciones de amor que las de
desamor.
Pronto
llegarán las vacaciones y volveremos a encontrarnos. Es uno de los alicientes
de regresar a Villalpando, un lugar que para nosotros es la vuelta a la
adolescencia que, de algún modo, revivimos año tras año durante los cuatro días
de sus fiestas mayores en honor a san Roque, aunque ya seamos cuarentones.
Hoy es
un día especial para Carras. Y, aunque él ya lo sabe, simplemente quería
decirle que le quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario