No es lo mismo ser
turista que viajero. Hago esta reflexión desde el pueblo de mis
padres, donde ahora paso largas temporadas. Para los que no lo
tenemos como destino, Villalpando es un mero lugar de paso, y más
para los asturianos que van a Madrid en autobús ya que es su parada
en mitad del camino. Incluso, para Manuel Astur, uno de los buenos
escritores de este país, Villalpando es una especie de purgatorio;
claro que solo conoce la estación de autobuses en medio de una
extensa llanura, de una Tierra de Campos en la que los cielos
renuevan su vestuario cada día.
Por la autovía junto a
Villalpando transitan cada día miles de vehículos. Y más en los
puentes o vacaciones, cuando los conductores se dirigen a Asturias o
a Galicia. La mayoría mira el letrero como uno más a lo largo de su
ruta. Algunos pasamos decenas de veces por un lugar sin que nos
hayamos ni siquiera planteado conocerlo. La prisa por llegar a
nuestro destino nos impide disfrutar del camino.
Apenas hay que desviarse
para entrar en Villalpando, una villa forjada por la historia que
conserva dos puertas de la antigua muralla (una especialmente
portentosa) y una de las plazas porticadas más bellas de Castilla,
amén de varias iglesias del siglo XII.
Pero no es solo por sus
monumentos por lo que yo invito a detenerse en Villalpando. Es por
los pequeños detalles que solo se pueden disfrutar en los pueblos.
Comprar pan en sus panaderías tradicionales o los típicos feos de
almendra en la confitería de la plaza, arreglarse la barba donde
Chico, adquirir alguno de sus afamados quesos de oveja o su
incomparable embutido en cualquiera de las carnicerías, disfrutar
del spa en la Posada de los Condestables, conseguir miel en la
antiquísima tienda de Juanito o hacer la ruta de vinos por unos
bares regidos por magníficos profesionales que cuidan mucho su
cocina y de sus clientes; no en vano el corto de cerveza con tapa
cuesta un euro.
Confío en que la próxima
vez que ustedes pasen por Villalpando duden antes de mantener el pie en el acelerador. Estoy
seguro de que la parada valdrá la pena y, de algún modo, pasarán a
ser viajeros en una villa donde serán muy bienvenidos.
Y si su ruta frecuente no pasa por la A-6, puede que tengan "otro Villalpando" en su camino, un lugar en el que siempre han pensado en parar y nunca lo han hecho. Están a tiempo.
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