domingo, 3 de julio de 2011

A solas

La joven se sentó con él sobre la arena bajo un cálido sol de invierno. Le había echado de menos todo el día. Por eso, le acarició con ternura, despacio, antes de apretarlo contra su pecho. Luego, como si formara parte de un ritual, se dejó embriagar por su olor. Ya sólo tenía ojos para él.
Pasaron la tarde los dos juntos, mecidos por las olas del mar. Él le contaba historias y ella sonreía en silencio, enredada en sus palabras. Al caer el sol, regresaron a casa. Ella no le soltó de la mano ni un solo instante. Tras la cena, no tardaron en estar juntos de nuevo. La joven se desnudó deprisa. Él la aguardaba en la cama.
A pesar de estar a gusto con él, comenzó a entrarle sueño. Se sentía relajada, acompañada… feliz consigo misma; por eso no quería dejarlo. Sin embargo, no pudo evitar quedarse dormida, esbozando una tibia sonrisa, mientras él permaneció recostado sobre su vientre toda la noche.
En sus sueños se colaron lugares exóticos, peripecias peligrosas, amores pasionales, épocas ancestrales...
Al amanecer, él seguía a su lado, paciente, fiel… esperándola para proseguir con sus historias. Pero ella tenía prisa por llegar a la oficina y ni siquiera le hizo caso. A él pareció no importarle. Permanecería en la habitación hasta su regreso.
Por la tarde llovía, así que la joven se acomodó junto a la chimenea. Él consiguió embelesarla con sus frases y con sus silencios. Pasaron las horas placenteramente y la historia concluyó. Una lágrima, tan sinuosa como las gotas de la ventana, resbaló por su mejilla. Fue cuando ella se dio cuenta de que ya no pasaría más tiempo con él. Le recordaría con cariño, aunque quizás nunca más le vería.
No se angustió por el vacío que ahora sentía. Ya le había ocurrido otras veces… infinidad de veces. Siempre sucedía igual. Necesitaba una nueva aventura que la alejara de lo cotidiano, que alimentase sus sueños, que la deleitara en sus momentos de soledad. Y, cerrando los ojos, determinó que pronto encontraría a otro que volvería a hacerle sentir bien. Sólo tenía que buscar en la estantería de su biblioteca.


(Relato escrito para Literatura y placer, de la Asociación de Escritores de Euskadi)

http://www.escritoresdeeuskadi.com/las-noticias/publicaciones/140-literatura-y-placer

2 comentarios:

Félix dijo...

¡¡¡Uuuuffff!!! ... ...
Sin palabras!.
Cordialmente,
Félix

Félix G. Modroño dijo...

¡Hombre, tocayo!
Un fuerte abrazo.