domingo, 17 de julio de 2011

El escultor de Cerecinos de Campos

Antón Castro es uno de esos tipos que aman la cultura y uno no sabe muy bien si duerme porque, además de su trabajo como periodista cultural de referencia, tiene un blog (pinchen aquí para verlo) que nos sorprende con infinidad de entradas, todas ellas muy cuidadas; por lo que Antón ha conseguido convertirlo en uno de los principales blogs culturales en castellano.
Leyéndolo me entero esta mañana que hoy se clausura en el Paraninfo de Zaragoza una exposición sobre el escultor Baltasar Lobo, posiblemente el artista zamorano más relevante del siglo XX. Y como Villalpando está a sólo 6 kilómetros de Cerecinos de Campos, su pueblo natal, me he colgado la cámara al hombro, he cogido la bicicleta (sé que mis amigos argentinos se tronchan con esta expresión) y para allá que me he ido; y eso que la hora no era la más apropiada ni para ir en bici, ni para tomar fotos.
Una placa sobre la fachada del Mesón Zurito nos recuerda el lugar donde nació el escultor en 1910 en el seno de una familia humilde, llamado a arreglar carros en el negocio familiar. Pero hete aquí que el pequeño Baltasar poseía un don innato para esculpir que su familia supo ver y potenciar.
 
Gracias a sus sacrificios y a alguna que otra beca, el mozalbete de Cerecinos llegó a París donde se relacionó con los grandes artistas del momento y entabló amistad con Pablo Picasso. 
Baltasar Lobo alcanzó reconocimiento internacional y se hizo merecedor de numerosos galardones entre el que se encuentra el Premio Oficial de las Artes y la Letras de Francia. Exiliado durante la dictadura franquista, regresó con frecuencia a su pueblo durante los últimos años de su vida. 
Puedo imaginarme sus correrías en Cerecinos de Campos a principios del siglo pasado. Por eso, aunque lógicamente hay casas nuevas, hoy quiero dejar por aquí algunas imágenes que pudo contemplar el pequeño Baltasar en sus años mozos. Imágenes de esta mañana que bien pudieron haber sido tomadas hace cien años. Imágenes de un pueblo de la Tierra de Campos zamorana, de casas de adobe y de puertas de madera. Un pueblo orgulloso de su hijo predilecto, un muchacho que dejó Cerecinos para triunfar en París.
Al pasar por el pequeño cementerio, a pie de carretera, de Cerecinos, me sonreí al pensar que la vida de Baltasar Lobo fue una de esas pocas capaces de esquivar a su destino. El escultor zamorano falleció en París y no está enterrado en su pueblo natal sino en el cementerio de Montparnasse, donde también se encuentran las tumbas de Julio Cortázar, Samuel Beckett, Simone de Beauvoir o Jean-Paul Sartre.
Hoy gracias al blog de Antón Castro, me he permitido este pequeño homenaje a Baltasar Lobo y a su añorado Cerecinos de Campos.

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