A Luciano López Gutiérrez y a mí nos unen unas cuantas cosas. Y supongo que él y yo estamos de acuerdo en que una de las que nos llegan al corazón es la de ser hijos de dos hombres buenos que lucharon por la armonía de su pueblo, siempre fieles a sus ideas, sin ningún tipo de vaivén político ni moral. Y es que, en cierto modo, Félix González Ares ha recogido el testigo de Luciano López García.
Pero hoy he venido a hablar de sus libros. Para mí fue una suerte que publicara Esbozo para un vocabulario de la Tierra de Campos zamorana justo cuando yo trabajaba en Muerte dulce, de modo que pudiera poner en boca de Pelayo algunas de las palabras que recogía Luciano.
Posteriormente, me facilitó un manuscrito en el que realizaba un magnífico trabajo sobre las supersticiones del Siglo de Oro. En él se hablaba de hombres nacidos de bestias, de leyendas, de exorcismos, de criaturas prodigiosos, de miradas que mataban... Los que hayan leído alguna de las novelas de don Fernando de Zúñiga entenderán que este libro supone para mí una curiosa fuente de inspiración.
Hoy ese manuscrito ve la luz de las librerías con el título Portentos y prodigios del Siglo de Oro (editorial Nowtilus). Se presentará el 7 de marzo a las 19:30 horas en la Casa del Libro de Madrid (Gran Via nº29).
Y yo que me alegro por Luciano. Su padre, desde el cielo, tiene un motivo más para estar contento.
2 comentarios:
Muchas gracias, Félix, por tus generosas palabras hacia mí y, sobre todo, hacia la figura de mi padre, del que tanto aprendí. En efecto, creo que compartimos muchas cosas, entre otras, una pasión común por la Edad de Oro, tenebrista y varia. En ella pueden convivir el lujo palaciego y la corte de mendigos harapientos disputándose el bodrio de los conventos, los arrobos místicos de santa Teresa y san Juan,y los orgiásticos aquelarres de las brujas rindiendo pleitesía a Satán. La imaginación puede modificar la realidad o construirla, nada parece imposible: hay aves que nacen de la putrefacción de las tablas de las naos que naufragan en las regiones septentrionales, caimanes que surgen de la podredumbre de los pozos negros,habas que proporcionan el precioso don de la invisibilidad... El más acá y el más allá están separados por delgadas y permeables fronteras, los ámbitos más cotidianos son invadidos por trasgos,espectros y espíritus familiares, y cada dos por tres nos las habemos con monjas con el don de la bilocación, con obispos volanderos, con hombres de luengas vidas como el judío errante, con pueblos extraños que no tienen boca y se nutren oliendo las vaharadas que surgen de la cocción de las viandas... Y me planto aquí, pero la´época es inagotable. Te reitero mi sincero agradecimiento. Espero darte pronto un abrazo personalmente. Luciano.
Luciano, es curioso el trazo que haces de las creencias de la época. Asi era y ahora nos parece increíble. Por eso, suelo decir que los novelistas tenemos que hacer verosímil la realidad... y no siempre resulta fácil.
Un fuerte abrazo.
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