Corrían los años 70 y "mi Portugalete" se limitaba al edificado en el siglo XX. El casco viejo resultaba demasiado viejo y quedaba fuera de nuestra ruta. Y sólo los domingos bajábamos al muelle Churruca, a ese Portugalete decimonónico de las casas señoriales que mirábamos con admiración y curiosidad por saber qué tipo de gente podía permitirse vivir allí.
Mi Portugalete era el de los edificios altos construidos para albergar al innumerable número de trabajadores que contribuyeron a que Portugalete fuese una de las poblaciones con más alta densidad de Europa.
Mi colegio constituía un oasis en medio de aquella jungla de asfalto, un lugar desde el que se podía ver el cielo. En contadas ocasiones, entrábamos por la puerta principal, donde se encontraban la dirección y la secretaría. Recuerdo que en 1976 me rompí el brazo en el patio y me llevaron a aquel "lugar prohibido" para los alumnos. Hoy más que el dolor en el codo, recuerdo la fastuosidad de esos salones.
Ayer, buceando por la red en busca de documentación para mi próxima novela, me topé con dos páginas (http://www.soydeportugalete.com/ y http://www.mareometro.com/) y un fantástico blog (http://monografiashistoricasdeportugalete.blogspot.com/) que me han hecho viajar a los tiempos de mi niñez y otros anteriores que desconocía. Gracias a ellos he podido desvelar ese pequeño misterio y es que la fachada de mi colegio pertenecía a un viejo pero bellísimo hotel, que era la mansión de los Dueñas.