martes, 28 de diciembre de 2010

Inocente

Unos días antes del examen final de Derecho Internacional Privado, allá por junio de 1986, habíamos pillado una salmonella en el comedor universitario de no te menees. Así que no se puede decir que llegara a la prueba en plenitud de condiciones físicas. Sí, ya sé que parece una excusa, pero así fue. Si no, que se lo pregunten a mis compañeros de piso, que comieron aún más ensaladilla que yo.
El hecho es que el examen era oral y público. Uno, por aquel entonces, no estaba acostumbrado a ese tipo de tensiones y andaba más nervioso que Marco en Sorpresa, Sorpresa.
Cuando ella pronunció mis apellidos, las piernas me temblaban. Ella era una jovencísima Araceli Mangas, con la cátedra recién obtenida. Ahora es una autoridad en Derecho Internacional pero a mí, en aquel momento, ya me daba pánico.
La cosa empezó regular. Sin embargo, Araceli estuvo comprensiva y amable (incluso me daba pistas cuando me atrancaba), por lo que poco a poco me fui creciendo… hasta que llega esa pregunta de la que nunca olvidaré su respuesta, y menos en un día como hoy.
¿Cómo se llama el régimen que permite a los barcos de los estados navegar por el mar territorial de otros?, me soltó.
Toma ya. Ni puñetera idea. Me quedo callado, haciendo como que estoy pensando en espera de una nueva pista. Araceli me dice: paso, pasooo… Mecachis, si el que pasa palabra era yo. Y repito como un papagayo: paso, pasooo. Nada. Que no lo sabía. No sé por qué, se me vino a la cabeza el chiste del profesor que le pregunta al alumno por la obra más importante de Dante y como el muchacho no lo sabe, el profesor intenta ayudarle: La di…, La divi…, La divina… y el alumno salta: ¡Que no! ¡Que no la adivino, coño!Entonces Araceli inquiere: ¿qué son los niños? Vaya, Félix (me digo). Otra pregunta que se las trae. Y esta, ¿dónde coño venía?
Como no podía fallar dos seguidas, uno que tiene un poco de imaginación y mucho rollo, le largo: los niños son unos sujetos especialmente protegidos por el Derecho Internacional… Y Araceli me interrumpe, conteniéndose la risa: ¡Inocentes! Los niños son inocentes. ¡La respuesta es paso inocente!
Ahora sí que has metido la pata, Felixín. Ya puedes ir recogiendo la papeleta con el suspenso,
pensé. El examen terminó ahí. No sé si porque era la última pregunta o porque Araceli estaba tan desternillada que no podía continuar.
El hecho es que salí del aula con la única esperanza de que el tono de nuestra conversación de besugos hubiera sido lo suficientemente bajo como para que ninguno de los asistentes se hubiera enterado. Una de las chicas monas que siempre se sentaban en la primera fila, me sonrió por primera vez en tres años, por lo que supuse que ella sí que lo había oído todo, así que mi vergüenza se acrecentó.
Y esa fue la historia que he traído hoy a colación, por si a alguien le provoca la misma sonrisa que a la chica de la primera fila.
Por cierto, Araceli me aprobó.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Manuel Carmona

Quizás, algunos recuerden que esta foto ya me sirvió en una entrada del mes de marzo. Entonces, simplemente decía: buscando alma en la madera. Hoy la quiero mostrar como retrato de Manuel Carmona, uno de los más ilustres imagineros contemporáneos, que amablemente me abrió la puerta de su taller de la calle Castellar para contarme detalles de su trabajo, cuando estaba documéntandome para La sangre de los crucificados.
Acabo de leer en el periódico que se encuentra ingresado en el hospital al haberse amputado dos dedos de la mano izquierda con una sierra (el pulgar, irrecuperable), pero Manuel dice que no ha perdido la ilusión y que piensa continuar trabajando, aunque adelanta que lo hará más despacio.
Desde aquí, le deseo una pronta recuperación, para que pueda seguir buscando el alma en la madera.

martes, 21 de diciembre de 2010

Ambientaciones

Soy de los que visitan los sitios en los que se desarrollan sus novelas para poder ambientarlas mejor. ¡Qué quieren que les diga! Me sorprenden esos autores, algunos consagrados, que se jactan de describir lugares en los que no han estado, argumentando que con Google Earth e Internet tienen el asunto resuelto. Desde luego, yo no podría.
En una foto, puedes ver los colores, las formas del paisaje... incluso, puedes imaginarte los olores. Pero lo que no puedes es captar las sensaciones que te producen un determinado lugar. Y si yo
no las percibo, me cuesta mucho transmitirlas en unas páginas de papel. Eso sí, respeto y admiro a quien es capaz.
El hecho es que me encontraba "percibiendo" para ambientar mi próxima novela (que espero terminar en unos días), cuando de repente esta misteriosa mujer apareció caminando por las vías del tren. Tuve que disparar mi cámara rápidamente y la foto me quedó desenfocada. No obstante, eso le ha añadido un aire inquietante. No me digan que esta imagen no puede ser el inicio (o el final) de una novela.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Milongas

Dicen en las noticias que, en estos días, Buenos Aires sabe a milongas al celebrarse el Día Internacional del Tango.
Y como era la hora de comer, se me hace la boca agua al acordarme de la carne a la brasa que mis amigos del restaurante argentino Milongas tienen en Sevilla.
Cuando ellos me pidieron que les hiciera las fotos para su página web, pensé en lo bien recibido que iba a ser siempre que me apeteciera tomar un chorillo criollo, unas empanadas, un solomillo al punto argentino y un panqueque de dulce de leche.
Así que me esmeré en tratar de transmitir la calidez del local, uno de mis favoritos de Sevilla, donde se puede degustar deliciosa carne argentina, escuchando de fondo la música melancólica de un bandoneón.

lunes, 6 de diciembre de 2010

El calendario de Villalpando

Que tu padre sea el alcalde del pueblo no es que tenga muchas ventajas; sobre todo, si el susodicho es una persona íntegra, como es el caso. Así que si uno se compra un terreno con una casa vieja para derribarla con idea de construirse un hogar para la jubilación, al tener el alcalde en casa, le toca encargar (y pagar) el proyecto correspondiente y no se tira una piedra hasta que no esté todo en regla. Hay que dar ejemplo, dice el tío... y vive Dios que a mí me ha tocado darlo.
No contento con eso, año tras año, al final del verano llega el temido momento en que te suelta: Hay que ir pensando en el calendario. Supongo que la frase está clara y no hace falta traducirla pero, por si acaso, me permito hacerlo.
Bien podría decir: tú que eres fotógrafo y no tienes otra cosa mejor que hacer, vete pensando en la foto del calendario que edita el ayuntamiento. Ya sabes, algo original, que la Puerta Villa está muy vista. Por supuesto, sin cobrar un euro. Que no se diga que el hijo del alcalde cobra por esto.
Y efectivamente, uno no sólo no cobra por esto sino que esto le cuesta la imaginación, el tiempo y el dinero por esa manía que tiene de seguir usando carretes.
En fin, inconvenientes de ser el hijo de un alcalde honrado.
Espero que, al menos, guste el calendario y, por si acaso, hago un llamamiento a todos los villalpandinos por si se les ocurre sugerirme algo para el del año que viene.
P.D. En honor a la verdad, me siento más que pagado con la sonrisa de mis padres y con la más que cariñosa respuesta de sus paisanos a las presentaciones de mis novelas.