miércoles, 31 de diciembre de 2008

Felix año 2009

No me acuerdo muy bien cómo andábamos de tecnología en la época en que me hicieron esta foto. Aunque me da que aún no había teléfonos móviles ni correos electrónicos para felicitar el 1966. Entonces, cuando abrías el buzón solía haber cartas que no fueran del banco. Pero para bien o para mal, nos encontramos 43 años después y... ¡jobar Félix, que ha pasado casi medio siglo! Parece mentira. Afortunadamente me he dado cuenta a tiempo. A punto estaba de empezar a contar batallitas al estilo del abuelo Cebolleta (mecachis, con la mera mención de este personaje ya caí).
Aunque parece ser que fui un niño bastante precoz, esta foto no es un autorretrato. Simplemente es la mejor manera que se me ha ocurrido de intentar arrancarles una sonrisa, una sonrisa evocadora pero una sonrisa al fin y al cabo. Seguro que más de uno de ustedes tiene una fotografía similar.
En fin, hoy no puedo sino desear salud para mis lectores y todos sus seres queridos… y mucho tiempo libre para el año 2009. Salud y tiempo libre. No se me ocurre nada mejor.
Besos y abrazos para todos.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡Qué bello es vivir!

No es que me mueva especialmente el espíritu navideño, pero dado que hoy es Nochebuena tampoco es plan de saltársela sin más. Una de mis películas favoritas es ¡Qué bello es vivir! (It´s a wonderful life) dirigida por Frank Capra casi diez años después de consagrarse con la magnífica Sucedió una noche (It happened one night).
Así que hoy haré una excepción, sin que sirva de precedente, y no incluiré ninguna de mis fotografías.
La trama se inicia precisamente tal día como hoy. El telón de fondo de la Navidad y un final feliz y apastelado no es que me entusiasmen, pero hay que tener en cuenta que Cappa la rodó justo después de terminar la II Guerra Mundial, en la que trabajó como documentalista. Y después de tanto horror, la humanidad necesitaba películas para congraciarse de nuevo consigo misma.
Lo que más me interesa de la historia es que a George Bailey (James Stewart), cuando está a punto de suicidarse, se le aparece Clarence, un ángel que tiene que ganarse las alas. Clarence le hace ver lo que hubiera sido del mundo que le rodea si él no hubiera existido. Me encanta. Muchas veces he reflexionado sobre cómo un nimio detalle, incluso de una persona anónima, puede cambiarle a alguien la vida… para bien o para mal.
Esta mañana presencié como un hombre resbalaba justo antes de que pasara el tranvía a su lado. Afortunadamente no pasó nada y se quedó a escasos centímetros de la muerte. El tipo estaba haciendo una foto y pisó una cáscara de plátano. Una mondadura que previamente alguien había tirado al suelo. Hubiese sido muy triste morir por la mala educación de un desconocido.
Pero cada uno de nosotros podría contar mil historias propias al respecto. Mil historias que han ido situándonos en el camino en el que nos encontramos. Desde el momento en que se conocieron nuestros padres, hasta hoy. Todos nos hemos topado con personas que, de un modo u otro, han ido forjando nuestra existencia. El profesor que orientó tu futuro, el amor que te abandonó, el amigo que siempre está ahí…
En fin, esto simplemente nos vale para recordarnos que muchas de las cosas que hacemos, a veces sin darnos cuenta, repercuten en las personas que nos rodean. Así que ya saben, a portarse bien. Por cierto, las campanitas sonaron en el árbol de Navidad en casa de los Bailey… y es que Clarence había conseguido sus alas.

martes, 16 de diciembre de 2008

La Salamanca de don Fernando de Zúñiga

La primera vez que llegué a Salamanca corría el año 1983. Era septiembre y fui para cumplimentar mi matrícula en la Facultad de Derecho. La primera noche, en la Plaza Mayor, tocaban Loquillo y Mecano. Aquel día me enamoré de esta ciudad... y hasta hoy.
Mi doctor Zúñiga -protagonista de La sangre de los crucificados- no podía impartir sus clases en ningun otro lugar. Aquí les dejo algunos de los escenarios por los que se movió trescientos años antes de que lo hiciera yo. Por cierto, Rubén Castillo Gallego ha reseñado en su blog (http://rubencastillo.blogspot.com/2008/12/la-sangre-de-los-crucificados.html) una critica, previamente publicada en el suplemento cultural Deitania, sobre mi novela. Palabras como las suyas me animan a trasnochar ante las teclas y seguir adelante. Gracias Rubén... de corazón.
Calle en la que vivía don Fernando de Zúñiga.

Desde la ventana de la habitación del vizconde del Castañar
se divisaban las torres de la iglesia de San Millán y de la catedral.

El doctor Zúñiga con frecuencia debía socorrer a los duelistas
que se batían a espada en la vecina calle del Desafiadero.

Entrada a la cueva bajo la cripta de la iglesia de San Cebrián
en la que su maestro Pablo Alonso le enseñó ciencias ocultas.

Fachada de la Casa de las Muertes.
Aquí apareció el primer cadáver.

El aula en la que impartieron sus clases
fray Luis de León y el doctor Zúñiga, entre otros.


Biblioteca de la universidad.
Don Fernando leyó muchos de sus libros.

martes, 9 de diciembre de 2008

El Kolitza y mi nueva novela


El cortejo fúnebre ascendía con aire cansino hacia la cima del Colisa. Unas pocas plañideras lloraban sin demasiada convicción. Los demás rostros del escaso grupo denotaban más cansancio que tristeza. Sólo una joven mujer parecía sentir la pérdida del difunto, misteriosamente asesinado. El sol de julio se mostró galante, atenuando la fuerza de sus rayos para incidir con suavidad en la muchacha. La rubia cabellera de Gorane Otamendi brillaba altiva sobre su ropaje enlutado. Era la única persona empeñada en acatar la última voluntad de su primo de ser sepultado en la ermita de San Sebastián y San Roque, en lo más alto de su querido monte. Una voluntad expresada por quien conocía con certeza el momento de su muerte.

Así empezarán (más o menos) las nuevas aventuras de don Fernando de Zúñiga, que si el tiempo (en este caso el que me falta para terminar la novela) y las autoridades (editoriales, por supuesto) lo permiten, verán la luz en la próxima primavera.
Quien me haya leído, habrá intuido que tengo manía por el rigor, y no sólo histórico. Así pues, dado que la historia comenzaba en Balmaseda, y más concretamente en el monte Kolitza (en la novela, lo escribo con el nombre que tenía en el siglo XVII, al igual que el resto de topónimos vascos) y habiendo leído que la subidita se las traía, allí que me fui a experimentar el cansancio en mis propias carnes y recordar mis tiempos de scout en Portugalete. He de confesar que casi no llego y eso que hice bastante recorrido en coche. Los años y los kilos tienen esas cosas.
En fin, las imágenes corresponden a la ermita y a las impresionantes vistas que se divisan desde lo alto. Como suele ser habitual, las fotos no hacen justicia a la belleza del lugar.
Pero lo más importante para mí es poder asemejar mi segunda novela con el Kolitza. A pesar del cansancio y las típicas dudas de novelista, estoy muy cerca de la cima y a punto de coronarla. O lo que es lo mismo, atacando el último capítulo. El título del libro lo tengo ya, pero aún no le revelaré. Poco a poco, quizás vaya desvelando algunas de sus claves. Mientras tanto, espero que disfruten de este breve anticipo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Venecia

Reconozco que la semana pasada me pasé tres pueblos con lo de las tabernas. Así que hoy la cosa no va de leer. Aprovechando que Venecia está siendo noticia por la subida del nivel de sus aguas, me limitaré a mostrar algunas fotos que tomé hace unos meses en esta ciudad mágica.