miércoles, 28 de julio de 2010

Sevilla, 42º

Se aproximan las vacaciones y a los que nos gusta comer se nos plantea el dilema de todos los años: este año como menos o, si no, para compensar, hago ejercicio. Es la única manera para no regresar con 5 kilos de más,que luego cuesta meses perder.
A mis 45 (treinta y quince dicen que aparento), por fin me he convencido de que en agosto no puedo pasar sin los cocidos de mi madre, sin las tapas de Villalpando o los pintxos de Bilbao, sin los huevos fritos de las gallinas de mi padre para desayunar acompañados de una buena chapata, sin las barbacoas con mis amigos de la peña Los Ilegales o sin cualquier tortilla de patata que se me ponga a tiro. Por no hablar de mi adicción a la Coca Cola.
Así que a grandes males, grandes remedios y en Sevilla, 28 de julio de 2010 (hoy) a las 20:30 horas, éste que les escribe ha cogido (que me perdonen mis amigos argentinos) la bici y se ha ido a recorrer la ciudad a 42º de temperatura. Me ha sorprendido comprobar que no era el único chiflado. Incluso los había que iban corriendo.
En una hora he recorrido los Jardines de Murillo, el Parque de María Luisa, el paseo del Guadalquivir hasta Isla Magica y he vuelto por las murallas de la Macarena y el matador repecho de la estación del Ave. No ha sido tan grave. A esas alturas el termómetro ya sólo marcaba 39º.
Si acaso ya les cuento otro día las agujetas de mañana y si el punto éste raro de hacer ejercicio se me repite. Espero que sí, aunque con ello se me plantee otro dilema: tiempo que le dedique al ejercicio, tiempo que le resto a escribir... y tengo entre manos un cuento y una novela.
En fin, todo sea por los huevos fritos para desayunar.

martes, 20 de julio de 2010

Parques y parejas

No todo fueron libros en la última feria de Madrid. A pesar de las prisas, detuve mi tiempo para hacer algunas fotos en El Retiro. Me encantan los parques, esos oasis de tranquilidad en medio de la vorágine de las ciudades. No es de extrañar que las parejas busquen refugiarse en ellos para encontrarse... en el sentido más espiritual de la palabra.

sábado, 10 de julio de 2010

La dureza del final

Este año se cumple la 150ª edición del Open Británico de golf que, como no podía ser de otra manera, se celebrará en St. Andrews, un precioso lugar pintado de verdes y azules.
Parece mentira pero ya han pasado 26 años desde que un jovencísimo Severiano Ballesteros lo ganara allí mismo. Él fue un buque insignia del deporte español como lo fueron Ángel Nieto o Indurain o como hoy lo son Nadal o Gasol.
Acabo de leer una entrevista que le realiza The Daily Telegraph evocando las alegrías de entonces.
A veces la vida no es justa del todo y todo lo que le ha dado en el deporte se lo ha quitado en el terreno personal. Ya saben que sufrió un derrame cerebral (del que aún se está recuperando) al año siguiente de que su pareja sentimental falleciera en un accidente de tráfico. Y es que la felicidad nunca es completa.
En uno de los pasajes de la entrevista, Seve viene a decir que para todo en la vida, hay un principio y un final y que lo más duro es descubrir que ese final está llegando.

Es así y no hay solución ni marcha atrás. Y la dureza es proporcional a la duración de las satisfacciones que se van y de las que no quedan más que los recuerdos. Es duro que llegue el final de las vacaciones. Es duro enfrentarse al final de una carrera deportiva, profesional o artística. Es duro sentir el final de un amor. Y es duro vislumbrar el final de la vida.
Sin embargo, pienso que a pesar de la dureza de enfrentarse al final de situaciones felices, más triste hubiera sido no haberlas vivido.

sábado, 3 de julio de 2010

El patito feo

Hay una ciudad en el norte que, durante casi todo el siglo XX, vivió acomplejada ante la belleza de sus vecinas Santander y San Sebastián.
Pero en los últimos tiempos, el patito feo se ha convertido en un cisne y es una villa que asombra a quienes la conocimos en plena efervescencia industrial.
Este cambio no ha pasado desapercibido a los ojos de la humanidad y Bilbao acaba de recibir en Singapur el Lee Kuan Yew World City Prize, máximo galardón a nivel mundial para las ciudades, por su proceso de transformación.
Quienes hemos amado a aquella Bilbao de entonces, nos sentimos orgullosos de que hoy sea considerada bella y de que el mundo la vea como nosotros siempre la vimos.