(Vaya por delante que echo de menos los bollos de mantequilla y, sobre todo, las palmeras de coco de mi tierra natal).
Una de las cosas que más me llamaron la atención cuando arribé en Andalucía es que se desayunaba salado. Es decir, tomaban el café con tostadas de aceite, jamón, sobrasada, paté, etc. Uno que no es muy amigo del café y que solía desayunar leche con galletas o con bollos de mantequilla o con palmeras de coco (¡snif!), se tuvo que acostumbrar a las tostadas saladas y aún hoy no tengo una bebida fija con que tomarlas: zumo, té, leche fría, coca cola o café con leche y con hielo (lo reconozco, una pequeña guarrada).
Una de las cosas que más me llamaron la atención cuando arribé en Andalucía es que se desayunaba salado. Es decir, tomaban el café con tostadas de aceite, jamón, sobrasada, paté, etc. Uno que no es muy amigo del café y que solía desayunar leche con galletas o con bollos de mantequilla o con palmeras de coco (¡snif!), se tuvo que acostumbrar a las tostadas saladas y aún hoy no tengo una bebida fija con que tomarlas: zumo, té, leche fría, coca cola o café con leche y con hielo (lo reconozco, una pequeña guarrada).
El hecho es que, con los años, le he tomado el gusto al rollo éste de las tostadas. Y después de haber desayunado en más de un centenar de bares de toda Andalucía he de reconocer que las que más me gustan son las elaboradas con el pan de semillas del Hotel Bécquer y las de la inigualable Casa Moreno.
El encanto de Casa Moreno (ubicada en el número 7 de la calle Gamazo) reside en tres pilares entrelazados que hacen de esta vieja abacería o colmao un lugar que no hay que dejar de visitar en Sevilla. A saber: la calidad y variedad de sus tostadas (se puede tomar de todo); la calidez en el trato de Quisco, Carmela o Emilio y su pintoresca decoración.
Casa Moreno está atiborrada de fotos de toros, carteles de corridas y de todos los Cristos y Vírgenes de Sevilla (y miren que son unos cuantos) que acompañan al colorido de sus productos alimenticios. Como ejemplo, en el rótulo de la Junta informando de la existencia de la hoja de reclamaciones hay una estampita de la Macarena (a ver quién es el guapo que reclama algo).
Yo mismo he contribuido, regalándoles una de mis fotos de El Cachorro. Sólo ocupa un rinconcito, pero me siento orgulloso y cada vez que acudo a tomarme mi tostada de lomo a la pimienta con torta de la Serena, mi mirada busca fugazmente la imagen de ese Cristo que inspiró mi primera novela.