No todo el mundo tiene la suerte de tener a un Premio Nacional de Fotografía como maestro. Cuando me apunté al taller de Alberto García Alix no tenía conciencia de quién era. Estaba aburrido de mi rutina diaria en una oficina y decidí cambiarla en busca de un ambiente bohemio. De paso, aprendería un poco más sobre el retrato, la disciplina que más me gusta. Pero me equivoqué. Con Alberto no aprendí un poco más… sino muchísimo más. Durante aquellos tres días de clases y opiniones magistrales me bauticé como fotógrafo.
Y de García Alix… qué decir. Todo un personaje. Absolutamente tatuado. Con una filosofía de vida muy peculiar. Algunos alumnos le veneraban como a un dios. Y él se dejaba querer. Porque dentro de ese cuerpo con aspecto de quinqui enjuto, se alberga un corazón de niño grande.
Cuando comenzaba una sesión fotográfica, entraba en trance. Le va la vida en cada foto que hace. Imposible derrochar más pasión.
A alguien se le ocurrió ir una noche a una disco pija. Íbamos en mi coche. Los bohemios o no tienen coche o no están en condiciones de conducirlo. Alix se sentaba detrás. De repente gritó:¡Félix, para, para! Cerró los seguros para que no saliera nadie. Se le había caído al suelo un carrete, que acababa de sacar de su Leica, y de ahí no se movía ni Dios hasta que se encontrase. Lamentablemente apareció enseguida. Por cierto, con las pintas de Alberto, no nos dejaron entrar en la discoteca y terminamos en un antro de jazz en vivo.
Esta foto se la tomé durante el curso. Uno de los consejos que nos dio fue que en un retrato debían evitarse los objetos superfluos, como los relojes. Me vi negro para que el suyo no saliera.
Alberto me elogió la fotografía. Quizás por estar arrepentido del susto que me dio en el coche. Aunque en honor a la verdad hay que decir que no es pródigo en halagos y que su sinceridad a veces resultaba brutal. Sólo me puso un pero: que no apareciese su Rolex. ¡Mecachise la pena negra! Parece ser que en este caso, el reloj hablaba de la personalidad del retratado.
En fin, desde entonces me he prodigado en el retrato. Por supuesto, con carretes (tengo la sensación de que a las fotos digitales les faltan alma) y, normalmente, en blanco y negro (no hay color).
Ahora Alberto García Alix expone en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid hasta el 16 de febrero de 2009. Casi nada. Más de doscientas fotografías componen “De donde no se vuelve”.
Tal vez él no lo sepa, pero tengo mucho que agradecerle. Evidentemente, no me perderé la exposición. Enhorabuena, maestro.
Y de García Alix… qué decir. Todo un personaje. Absolutamente tatuado. Con una filosofía de vida muy peculiar. Algunos alumnos le veneraban como a un dios. Y él se dejaba querer. Porque dentro de ese cuerpo con aspecto de quinqui enjuto, se alberga un corazón de niño grande.
Cuando comenzaba una sesión fotográfica, entraba en trance. Le va la vida en cada foto que hace. Imposible derrochar más pasión.
A alguien se le ocurrió ir una noche a una disco pija. Íbamos en mi coche. Los bohemios o no tienen coche o no están en condiciones de conducirlo. Alix se sentaba detrás. De repente gritó:¡Félix, para, para! Cerró los seguros para que no saliera nadie. Se le había caído al suelo un carrete, que acababa de sacar de su Leica, y de ahí no se movía ni Dios hasta que se encontrase. Lamentablemente apareció enseguida. Por cierto, con las pintas de Alberto, no nos dejaron entrar en la discoteca y terminamos en un antro de jazz en vivo.
Esta foto se la tomé durante el curso. Uno de los consejos que nos dio fue que en un retrato debían evitarse los objetos superfluos, como los relojes. Me vi negro para que el suyo no saliera.
Alberto me elogió la fotografía. Quizás por estar arrepentido del susto que me dio en el coche. Aunque en honor a la verdad hay que decir que no es pródigo en halagos y que su sinceridad a veces resultaba brutal. Sólo me puso un pero: que no apareciese su Rolex. ¡Mecachise la pena negra! Parece ser que en este caso, el reloj hablaba de la personalidad del retratado.
En fin, desde entonces me he prodigado en el retrato. Por supuesto, con carretes (tengo la sensación de que a las fotos digitales les faltan alma) y, normalmente, en blanco y negro (no hay color).
Ahora Alberto García Alix expone en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid hasta el 16 de febrero de 2009. Casi nada. Más de doscientas fotografías componen “De donde no se vuelve”.
Tal vez él no lo sepa, pero tengo mucho que agradecerle. Evidentemente, no me perderé la exposición. Enhorabuena, maestro.
1 comentario:
Hola Felix, soy joxin. he visitado tu blog, magnífico, me ha gustado. No te he podido pasar la info por mail, te la dejo.
Entre Munguia y Bakio, podrías bajarte del autobus o coche unos cuatro kilometros antes de Bakio, y subir al monte jata ( Si no hay niebla baja). Son menos de 500 metros, pero hay que subirlos... Aparte de la subida que es el copón bendito, en la cima tienes una vistas al cantábrico y a Bakio .alucinantes. Si quieres también otras buenas vistas del mar, te recomiendo un paseo por un camino que lleva desde el final de la playa de Bakio hasta San Juan de Gaztelugatxe. ( 4 kms. facilitos).
Si necesitas planos o mas info pégame un toque y te paso algo.
Tengo algunas fotos por Flickr y creo que en el blog también. Te paso esta.http://www.flickr.com/photos/joxin/1462086953/sizes/l/in/set-72157601791535727/
Un saludo.
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