Con la fotografía perpetuamos imágenes. Es curioso. Una imagen sirve para recordar otra.
A veces, nuestra cámara capta paisajes o edificios que mañana permanecerán en su sitio. Lugares que podremos volver a fotografiar. Otras veces, hacemos fotos a situaciones que podrán repetirse de forma similar a lo largo del tiempo, quizás con otros personajes pero con la misma esencia, como toda clase de festejos locales que se suceden año tras año.
Sin embargo, hay algunas fotos que van más allá. Fotos que sirven para que personas o lugares que ya no están, perduren nítidamente en nuestra memoria. Lugares, tal vez, que significaron algo especial en un momento de nuestras vidas y a donde resulta imposible regresar salvo con el recuerdo.
Este dibujo presidió durante muchos años el bar de Toño. Exactamente los años en los que me apetecía trasnochar para tomarme una copa con mis amigos durante las vacaciones, mientras disfrutábamos al ritmo de Loquillo, Nacha Pop, Burning o Los Secretos.
Con la reforma del bar, el dibujo desapareció. Y en cierto modo, mis salidas nocturnas también. De vez en cuando, sigo yendo al bar de Toño, pero los tiempos han cambiado. Ya no está la afligida Estatua de la Libertad ni el niño consolándola. Además, la juventud demanda otro tipo de música que ya no estoy en condiciones de soportar más de diez… cinco minutos. Menos mal que Toño es un buen tipo y, cuando la gente se va, nos pincha esas viejas canciones que nos quitan unos cuantos años.
Afortunadamente, un día tuve la feliz idea de hacer esta fotografía. Además de la belleza de lo que representa, a mí me hace recordar buenos tiempos. Aunque a veces la nostalgia se viste de amargura y hay quien prefiere no echar la vista atrás, yo siempre le encuentro ese punto de dulzura.
A veces, nuestra cámara capta paisajes o edificios que mañana permanecerán en su sitio. Lugares que podremos volver a fotografiar. Otras veces, hacemos fotos a situaciones que podrán repetirse de forma similar a lo largo del tiempo, quizás con otros personajes pero con la misma esencia, como toda clase de festejos locales que se suceden año tras año.
Sin embargo, hay algunas fotos que van más allá. Fotos que sirven para que personas o lugares que ya no están, perduren nítidamente en nuestra memoria. Lugares, tal vez, que significaron algo especial en un momento de nuestras vidas y a donde resulta imposible regresar salvo con el recuerdo.
Este dibujo presidió durante muchos años el bar de Toño. Exactamente los años en los que me apetecía trasnochar para tomarme una copa con mis amigos durante las vacaciones, mientras disfrutábamos al ritmo de Loquillo, Nacha Pop, Burning o Los Secretos.
Con la reforma del bar, el dibujo desapareció. Y en cierto modo, mis salidas nocturnas también. De vez en cuando, sigo yendo al bar de Toño, pero los tiempos han cambiado. Ya no está la afligida Estatua de la Libertad ni el niño consolándola. Además, la juventud demanda otro tipo de música que ya no estoy en condiciones de soportar más de diez… cinco minutos. Menos mal que Toño es un buen tipo y, cuando la gente se va, nos pincha esas viejas canciones que nos quitan unos cuantos años.
Afortunadamente, un día tuve la feliz idea de hacer esta fotografía. Además de la belleza de lo que representa, a mí me hace recordar buenos tiempos. Aunque a veces la nostalgia se viste de amargura y hay quien prefiere no echar la vista atrás, yo siempre le encuentro ese punto de dulzura.
2 comentarios:
Pues sí. También yo me acuerdo de esta pintura que cerraba el fondo del bar de Toño. En realidad, esa imagen ya estaba allí antes de que Toño llegara. Me acuerdo cuando la pintaron...
La estatua, no sé si llorosa o avergonzada, presidió las mejores cervezas de mi vida, al ritmo de un rock and roll que jamás se ha escuchado en este pais... Y aún se sigue escuchando cuando la gente se va y nos quedamos los viejos nostálgicos, adultos sobrevenidos, impuestos, indefectiblemente románticos.
La estatua y el niño se hicieron viejos a ritmo de Leño, Burnig, Ilegales, Lou Reed, Paty Smith y tantas otras almas de vinilo que nos hicieron creer que éramos los mejores. ¡Cuántos sueños pudieron forjarse allí! Sí, allí, junto a la estatua que escondía su cara.
Un día la estatua desapareció. Tuve entonces la sensación de que un capítulo de mi vida se había cerrado.
Varo.
Bonita foto, pena que no quede nada de la pintura y tampoco nada de aquellos que un dia la pintaron. Pino y algunos de sus amigos.
Ellos que decidieron vivir mas deprisa e intensamente en "El Rincon de la Gloria" antes se llamaba asi...ahora es la Barraca.
Tienes suerte de haber realizado esa foto y de conservarla. Gracias por compartirla.
Xtina
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