
Pasaron la tarde los dos juntos, mecidos por las olas del mar. Él le contaba historias y ella sonreía en silencio, enredada en sus palabras. Al caer el sol, regresaron a casa. Ella no le soltó de la mano ni un solo instante. Tras la cena, no tardaron en estar juntos de nuevo. La joven se desnudó deprisa. Él la aguardaba en la cama.

En sus sueños se colaron lugares exóticos, peripecias peligrosas, amores pasionales, épocas ancestrales...
Al amanecer, él seguía a su lado, paciente, fiel… esperándola para proseguir con sus historias. Pero ella tenía prisa por llegar a la oficina y ni siquiera le hizo caso. A él pareció no importarle. Permanecería en la habitación hasta su regreso.
Por la tarde llovía, así que la joven se acomodó junto a la chimenea. Él consiguió embelesarla con sus frases y con sus silencios. Pasaron las horas placenteramente y la historia concluyó. Una lágrima, tan sinuosa como las gotas de la ventana, resbaló por su mejilla. Fue cuando ella se dio cuenta de que ya no pasaría más tiempo con él. Le recordaría con cariño, aunque quizás nunca más le vería.

(Relato escrito para Literatura y placer, de la Asociación de Escritores de Euskadi)
http://www.escritoresdeeuskadi.com/las-noticias/publicaciones/140-literatura-y-placer
2 comentarios:
¡¡¡Uuuuffff!!! ... ...
Sin palabras!.
Cordialmente,
Félix
¡Hombre, tocayo!
Un fuerte abrazo.
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