domingo, 28 de enero de 2018

Me confieso culpable

Me confieso culpable. Soy culpable porque he perdido la inocencia como lector. Ya no me abandono a cualquier historia como antes. Ahora empiezo cada libro con una reticencia de la que carecía. Me da igual quién lo haya escrito. Enseguida me asalta la falta de estilo, los excesos de “había”, una mala construcción o la reiteración de frases comparativas… como si para escribir con dignidad hubiese que abusar de los “como”, como si fuese imprescindible enlazar una metáfora ingeniosa con otra, como si –acordándome de las sinopsis de Ángel Sanchidrián-  los “como” fueran lo que dieran calidad a la novela.
Reconozco que también tengo mis manías, algunas indefendibles. Me llevan los demonios cuando leo algunas palabras que parecen imprescindibles en una novela. Y confieso que yo también las he usado alguna vez. No diré cuáles son para que nadie se sienta ofendido. A modo de ejemplo, solo una. No me gusta “azulado”. Pero insisto en que esta es una manía personal.
Luego está el asunto de los autores. En los últimos años he tenido la suerte de conocer a muchos. Y aquí me resulta imposible desprenderme de las antipatías que unos pocos me han generado. Alguna vez intenté empezar a leer alguno de sus libros, pero me venía a la cabeza su engreimiento o su vanidad y no podía avanzar, así que ya no lo intento.
En cambio, sí me acerco a los libros de mis amigos, escritos con mayor o menor fortuna. Eso sí, no suelo comentar mis impresiones en público ni en privado. Si me gusta el estilo, sigo comprando. Si no, no.
Ahora que tengo más tiempo, calculo que leo seis novelas al mes, además de los libros que necesito para la documentación de las mías. Eso quiere decir que no he desistido, que de vez en cuando me llegan historias que me atraen. Confieso de nuevo que más por el estilo que por la trama.
Ya no hablo de aquellos escritores que fueron mis ídolos de juventud y ahora leo sus últimas creaciones con cierta añoranza. Ignoro si es que ya se encuentran cansados o es que mi actitud tampoco los ha respetado.
Me confieso culpable, bien que me pesa. Antes mi imaginación viajaba libre con cualquier lectura, y ahora se encuentra lastrada por mi falta de inocencia. Lo peor es que creo que ya no tiene remedio. 

6 comentarios:

Madolok dijo...

Acaso no sabias que para ganar experiencia hay que perder inocencia?Tú bien sabes que cuando la vida nos regala algo, a cambio nos quita también algo, y no me refiero a cosas materiales. Todos tenemos.nuestras manías en el vocabulario, yo no soporto la palabra" poetisa" aunque sé que esta bien utilizada.Todos, y digo todos los artistas de cualquier género tienen su parte de egocentrismo y prepotencia, creo que es innato al éxito en mayor o menor medida del ser humano.
Y tienes mucha razón, siento decirte que ya no tienes remedio, perdida la inocencia, no se vuelve a recuperar. Saludos

Elena Moreno Scheredre dijo...

Yo también experimento la tristeza de no encontrar quien me robe. Hay zonas oscuras en este oficio que no podemos confesar. Perder la inocencia es una de ellas. Prometo enviarte los titulos que me roban el corazón. Haz tú lo mismo por favor. Te lo agradeceré. Un abrazo

buscandomiequilibrio dijo...

Buenísima entrada.
Creo humildemente que cuanto más se lee, más se exige en las lecturas, o al menos a mí sí me sucede.
Hay escritores de toda la vida que por su PREPOTENCIA acaban chirriando ante los ojos cuando abro una nueva novela suya, y ya lo valoro desde otras perspectivas.

Respecto a tu "azulado", a mí me está pasando con "ignominia". Estoy con "Frankestein" ahora mismo, y ya ha aparecido cuatro veces a menos de la mitad del libro. Grrrrrrrrrrrrr.

En cualquier caso, seguro que con un libro entre las manos, bueno o malo, buscas la manera de entretenerte y sacarle jugo.

Besos.

Félix G. Modroño dijo...

Menos mal que nos quedan retazos de los niños que fuimos.

Félix G. Modroño dijo...

Será un placer, Elena. Un cariñoso abrazo.

Félix G. Modroño dijo...

El caso es que no es fácil encontrar un buen libro. Y, de repente, puedes dar con dos al mismo tiempo y me encanta leerlos los dos a la vez porque despiertan mi excitación como lector.