sábado, 4 de junio de 2011

En la luz inmóvil

Tengo la sensación de que, cada vez más gente, se encuentra atrapada en la redes sociales; de que hay millones de personas que han hecho de Internet su refugio, como si los chats, Twitter, Facebook o Tuenti fuesen los únicos lugares en los que pueden ahogar su soledad a base de la búsqueda de seguidores o amigos virtuales, muchos efímeros; buscando, quizás, un bálsamo con el que aliviar las carencias de su vida real, de su anodino día a día; en definitiva, de su insatisfacción.
Opino –y es sólo mi opinión- que el uso abusivo de las redes es una adicción que está convirtiendo a millones de internautas en esclavos de la modernidad. No entendemos nuestro tiempo libre sin levantar la tapa del ordenador o sin teclear nuestro móvil. Sacrificamos lecturas de libros o paseos por el campo a cambio de engancharnos a una pantalla que acaba generando ansiedad. Por no hablar de que las estadísticas dicen que los españoles, de media, hacemos el amor 118 veces al año, dedicándole a cada una unos quince minutos… patético.
Sé que se me ve el plumero al reivindicar los libros no sólo como el mejor remedio contra la soledad o el aburrimiento, sino como una de las formas más atractivas de ocupar nuestro ocio. Los libros no sólo nos entretienen; además nos agradecen nuestra atención, formándonos y gratificándonos.
No se me ocurre mejor manera de pasar un sábado por la tarde que leyendo una buena novela en un jardín, en tu sillón preferido o junto al mar, mientras la brisa te ayuda a pasar las hojas.
Hoy le ha tocado el turno a En la luz inmóvil de Ramón Pernas. Una de esas novelas que te recuerdan el placer de la lectura. La obra de Ramón está repleta de pequeños tesoros en forma de frases preciosas. Algunas valen por sí mismas toda una novela.
Me gusta leer libros de los escritores que me van presentando. Es una forma de saber de ellos mucho más allá de una mesa redonda, una simple comida o unas cervezas. La verdadera personalidad de un escritor se refleja en sus libros. Y Ramón me ha demostrado una sensibilidad exquisita que no supe adivinar el día que le conocí.
Y pensar que millones de personas han pasado la tarde alienadas ante un ordenador, mientras un sinfín de novelas deliciosas les aguardan pacientes en alguna estantería...

1 comentario:

Lola Montalvo dijo...

La maravilla de la lectura de un buen libro no es comparable ni con Internet ni con las redes sociales... sobre todo cuando topas con joyas que te hacen olvidar que estás leyendo, que tienen el poder de «apagar» el mundo a tu alrededor.
Feliz lectura... Besos miles