lunes, 18 de diciembre de 2017

Una fecha

Hay una fecha que queda fijada en nuestra tristeza; una fecha a las que volvemos sin remedio, a veces de forma inconsciente; una fecha que nos aguijonea las entrañas ante cualquier situación; una fecha latente que aflora de forma caprichosa y nos acongoja súbitamente.
No necesitamos un almanaque para recordarla. Sin embargo, en mi casa el calendario sigue donde ella lo colgó, sin que nadie se haya atrevido a pasar la hoja del mes en el que ella nos dejó.
Esa fecha no es otra que el día en que fallece una madre. La fecha en que dejamos de vivirla y comenzamos a sentirla de un modo diferente. A partir de ahí notamos su presencia tan dentro de nosotros que nos resulta increíble que solo volvamos a verla en sueños.
A partir de esa fecha nos convertimos en ella. Convivimos con la evocación de su dulzura, tomamos como nuestros sus consejos o simplemente la lloramos en silencio. Pero de ninguna manera una madre desaparece. Su esencia se arraiga en lo más profundo de nuestro ser porque su alma se fusiona con la nuestra. Después de esa fecha ya no somos los mismos, nuestros sentimientos se intensifican, entendemos el significado de la nostalgia, algunas celebraciones dejan de tener sentido y nuestra propia vulnerabilidad nos fortalece.
También nos hacemos más egoístas. Nos guardamos su cariño para nosotros, como un tesoro escondido en el mapa de nuestra soledad. Es cierto que a veces lloramos a solas su ausencia, pero al final prevalece la sonrisa dibujada por su recuerdo.
Y es que el amor de una madre nunca muere. 

6 comentarios:

Toñi Villa dijo...

Menuda llorera me has hecho coger...

buscandomiequilibrio dijo...

Aún no he llegado a tener que recordar esa fecha horrible. Ojalá la vida aunque ha de otorgarme ese momento, sea dentro de mucho para poder disfrutar todavía más de ella.

Es un homenaje precioso. Gracias por abrir la caja del tesoro donde guardas ese cariño y compartirlo con los demás.

Un abrazo, amigo.

Ricardo Hernández Blanco dijo...

Entiendo perfectamente lo que has escrito y aunque la mía cuando falleció,me puse a escribir sobre lo que sentia, tú lo has plasmado bastante mejor que yo,diría que lo has calcado.Por algo eres escritor,un abrazo y gracias por compartirlo

MADOLOK dijo...

Veo que el comentario que te deje no aparece, no sé si es que no lo has aprobado. En fin, es tu blog y eres dueño de publicar lo que creas oportuno. Un abrazo, mi escritor favorito.

Félix G. Modroño dijo...

Hola, Dolores. No tengo ningún comentario tuyo anterior. Un cariñoso saludo.

Anónimo dijo...

La muerte de las personas que más queremos es un acto generoso cuando la vida ha sido plena,se ha querido intensamente y se ha sido feliz a momentos. Hay que dejar irse.. aunque duele mucho. Felix te leo a hirtadillas desde la tablet de mi madre y a ratos redescubriendo tus nuevas entradas con las más antiguas. Me gustan. Tengo en deuda empezar con tus libros. Un abrazo. Xtina.