
Claro que todo eso a los Reyes Magos no les debe haber importado, porque me han traído el Geyper Gol que les había pedido. Es un muñeco de poco más de medio metro, vestido con la camiseta de la selección, que lanza balones para que mi hermano y yo los paremos. Es fenómeno. Menos mal que tenemos alfombra en el pasillo. Yo tengo más cuidado al tirarme, pero Fernando se lo ha tomado muy a pecho y en cualquier momento se rompe la crisma. Aún tiene cinco años y no ve muy bien el peligro. Los dos queremos ser porteros, como Iribar que es el mejor. Por eso, el Athletic gana tantos partidos. El último título de copa fue nuestro.
También me han traído un madelman de la policía montada del Canadá. Es chulísimo. Además me han traído un libro de los Hollister, que es una familia que resuelve misterios, y una baraja de cartas de coches.
De todos modos, después de todo el día dándonos piñas con el Geyper Gol, mi hermano y yo estamos jugando a uno de nuestros juegos favoritos. Cogemos nuestros soldados de plástico, nos los repartimos y nos ponemos uno a cada lado del pasillo para tirarlos con una canica. Gana el que se quede con alguno en pie. Mi preferido es un capitán inglés al que le debe gustar ir por el desierto porque está en pantalones cortos y lleva prismáticos.
En fin, queridos Reyes Magos, un año más quería daros las gracias por vuestros regalos. Claro que lo cierto es que me había portado muy bien.
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