
Yo no soy especialmente aficionado a las corridas de toros. Incluso me atrevería a decir que no me gustan. Eso sí, respeto las tradiciones aunque puedan parecer bárbaras. Tampoco entiendo a esos activistas que son capaces de movilizarse por defender a un animal, y provocar a un pueblo que durante siglos ha disfrutado de las fiestas con toros de por medio. Y no es por dar ideas, pero no quiero ni pensar lo que ocurriría si un año de estos se les ocurre hacer cincuenta kilómetros más y pasar de Tordesillas a Villalpando. No creo estar haciendo demagogia barata si digo que hay muchos otros motivos en los que gastar esas movilizaciones: en cualquiera en los que sufran sean seres humanos.
Pero hablaba de la cornada de Joaquín que a fuerza de tesón, arte y valentía, se está haciendo un merecido hueco en el difícil mundo de la tauromaquia con su apellido: Angelino de Arriaga.

Es de esa clase de hombres hechos de otra pasta. Hoy, más que lamentarse por su pierna, lo hacía por los siete festejos que se iba a perder esta temporada.
Querido Joaquín, piensa en cuidarte porque las plazas estarán ahí cuando te recuperes. Y tendrás más oportunidades. Eres torero y serás uno de los grandes. Al tiempo.
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